"Llorara por cualquier cosa, una música, una película, algo en la calle, lloraba un día, dos, o varios días con sus noches. Es que todo lo que sentía, lo sentía demasiado.
A veces pensaba que se le estaba yendo la vida y no estaba haciendo nada. Pensaba que la vida era una ironía porque tenemos todo y no tenemos nada para ser. Y lloraba también.
Como todos, ella también tenía sus refugios. A veces sentía que tenía que volver a sentir la tierra bajo los pies. Ver las estrellas que son el pasado, escuchar como las olas del mar acarician la tierra y oír las hojas de las plantas y de los árboles que se susurran secretos. Algunos días tristes pensaba que quizá las hojas no se entendieran y que susurraban en vano. Pero le gustaba refugiarse en esa naturaleza porque la ciudad le tapaba los poros y no la dejaba sentir. No podía sentir al otro ni podía sentir que el aire podía respirar. También se refugiaba en la escritura. Entonces se acostaba en una frazada a cuadros, viendo la tinta de la lapicera que brillaba unos instantes en bailes ondulantes antes de ser absorbida por el papel. Pensaba que la escritura siempre tiene un porqué. Solo que a veces no lo sabemos y solo sentimos el impulso de la palabra que una fuerza grande, tanto casi como la música o como la vida. En las palabras también está el camino hacia uno mismo y se puede encontrar el yo que vio la creación y el diluvio y la tierra volver a secarse."
"Cuando estaba con él siempre buscaba las estrellas, pensaba en líneas curvas y desprendía un perfume que olía hasta el aire y que él olía también. Era como la luna. Pensaba que en todos hay un poeta y en que solo hay que jugar. Fue entonces que soñó con compartir con él el cielo y la tierra y con compartirse. Y con ser feliz haciéndolo feliz. Y lo besaba con la boca y con lo ojos y con las palabras. Y no quería soltarlo más. La felicidad era como flotar en un mar de flores pero se había esfumado rápido en jirones de jirones...."
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