sábado, 29 de octubre de 2011

Sueño de octubre.

Esto no va con el resto. Esto hay que dejarlo a aparte para que no contagie otras palabras, para no mezclar palabras de verdad con palabras de un sueño. De  un sueño de octubre, de este octubre que este año es una primavera que no llega. Me lastimaban, me herían las palabras y toda yo era eso que fui siempre, esa cosa que no es y yo quería huir pero quería que me fueran a buscar y todos me miraban porque estaba actuando como una niña pequeña que llama la atención, una niña lastimada. Estaba repitiendo una eternidad. Estaba repitiendo todo. Primero yo lo enfrentaba y era mucho más alto de lo que es pero yo le sostenía la mirada y luchaba. El otro no hacía nada y leía el diario. Nadie me defendía y todos me ahogaban. Porque estaban todos. Ninguno hacía nada pero estaban todos y nadie entendía. A mis ojos todos eran espejos que me reflejaban mi propia herida y me veía o me creía ver, nunca absorbida, siempre reflejada en los ojos de todos. Entonces quería huir, huir pero quería que me fueran a buscar y salí corriendo porque quería huir y todos me miraba o nadie me miraba pero yo sentía vergüenza igual, vergüenza de actuar como una niña que llama la atención y me pellizcaban para que me callara y me dolía y odio cuando hacen eso y quería devolverle una cachetada. Los árboles y la calle, todo era gigantesco y yo chiquita.  Y al final me iban a buscar pero yo no quería y quería que me fueran a buscar. Y cuando se iban era tanto el abandono, era tanta la soledad que quería gritar muy fuerte por el dolor pero después aparecían y tampoco los quería a ellos pero había un poco menos de abandono. No se si era correr para llamar la atención y que me buscaran o era correr rápido para tratar de alejarme de ese pozo de abandono que pareciera que es lo único que me ata, que me hace necesitarlos, que pareciera que es lo único que me hace tener algo. Porque no soñaba con otros, no soñaba con nadie más y pareciera que los únicos que podrían irme a buscar fueran ellos solo porque son ellos. Y entonces me desperté. Me desperté cuando empecé a llorar. Y lloraba cada vez más hasta que paré de llorar. Y es curioso que ahora que escribo recuerdo el por qué, recuerdo el por qué de las palabras hirientes pero no las recuerdo a ellas e hice bien en borrarlas porque ahí empezó todo, porque estaba yo y estaba la música y entonces estaba yo entera.

martes, 18 de octubre de 2011

todo lo que nos queda...


Mario, esto no es para ti,
pero también quiero que los conozcas...
es para Marti, para Clari y para Feli.

¿Qué cosas nos quedan? ¿Qué cosas nos quedan en común cuando no nos queda en común más que un montoncito de recuerdos, un montoncito de historias vagas y borrosas, casi cuentos, que la cabeza nos narra una y otra vez a nosotros mismos? ¿Qué cosas nos quedan en común cuando no nos queda en común más que ese montoncito de pasado que cambia y se borra y aparece porque es medio recuerdo y medio inventado? …¿Qué nos queda?…Pareciera que nada, pareciera que ni un suspiro… pero quedan, quedan retazos, quedan esos cuentos, queda una añoranza y quedan también los suspiros…queda porque intuimos que queda, que esta guardadito y sale a veces…queda porque al encontrarnos sucede algo extrañísimo y es como si no nos hubiéramos separado. Queda porque sabemos que queda, arena, pasto, playa, noches, quedan las ganas de salir volando por una ventana de aquella casa de Pta Ballena y quedan fideos que vuelan.

viernes, 14 de octubre de 2011

partituras

Hace poco hice orden, si eso es posible, en mis partituras y entonces ahora escribo en partituras. Del otro lado, claro.  Son partes de orquesta o partituras que tengo repetidas en una edición mejor. Es divertido por que se ven las notas a través. Un Hoffmeister en una edición ilegible que no se ni de donde lo saqué, un concierto para dos cellos de Vivaldi que ya ni me acuerdo cuando toqué…ah si, ya me acordé, era la única viola en la orquesta. Fue una experiencia bastante frustrante luchar contra una fila de 6 cellos además de los cellos solistas. Bueno, ni que tuviera en la parte algo que se tuviera que oír. Un compás si, un compás se me tenía que oír para una entrada. Qué milagro! Esta Schumann, Märchenbilder, los cuentos de hadas…qué difícil…pero qué bonito! Tengo otra edición que está mucho mejor. Están Marcello, Torelli, y alguno otro barroco de esos que no le llegan ni a los talones a Bach…pffff que embole! Partes de orquesta de viola además! Imaginate Mario lo que puede llegar a ser eso de aburrido. Esas cosas que uno no va a volver a tocar en la vida. No son como las sinfonías de Beethoven o Tchaikovsky que te las vas a cruzar toda la vida. La 5ta de Beethoven...creo que es mi favorita de ese compositor. Segundo movimiento...qué cosa mas divina! Beethoven si que sabía lo que era el poder de la cuerda baja...ay, ya, por dios, que manera de irme por las ramas. Ahora escribo sobre  un estudio de técnica de ese libro que se hace antes de Kreutzer…no me acuerdo del nombre…en fin ya va a venir. O no. Tanto da. Era el estudio 7 creo. Martelé: mi si sol mi si sol. Tres bemoles en clave. Quedó claro que estamos en mi bemol mayor, no? además termina con un esperadísimo acorde de tónica. Muy creativo todo, muy a lo estudio de técnica. Es probable que no tengas ni idea de lo que estoy hablando pero bueno…en el fondo no importa. Es que se traslucen las notas y se ven al revés y me divierto leyendo al revés, de derecha a izquierda y me rió porque no llego a ningún lado. Escribo en partituras porque casi que se me se acabó otro cuaderno de escribir y así aprovecho el lado blanco de las hojas. Y es que he escrito mucho en estos últimos meses y se me van los cuadernos, se me van todas las hojas, se me van como agua de palabras. Este todavía no se terminó, algún huequito queda, alguna pagina en blanco perdida flotando en el agua de palabras. Pero entre que soy medio ansiosa y me gusta hacer la transiciones –hasta de cuadernos- lentamente, acá me encuentro, escribiendo en partituras, y abajo de mis palabras veo justito el acorde de dominante y...tónica.

los días verdes

Hace rato que quería venir a su encuentro palabras, pero la cosas se fueron atrasando. Acá estoy, un poco tarde, un poco cansada y con palabras que no quieren nacer, que no quieren decir y son como pétalos caídos. Yo quería que fueran palabras como muchas manos fuertemente tomadas de las manos, que amortiguaran el dolor  de todo y de las contracciones de hacerlas nacer, así tan verdes en estos días verdes. Pero no quieren nacer porque hoy todo es verde, de ese verde que tiene gusto a lágrimas, porque no veo las manos, porque tengo todo atragantado. Entonces agarro palabras de de por acá y de por allá, hago un rejunte de palabras de varios días, de varias tristezas verdes porque hoy no hay nada más y quizá todas juntas sean algo.
Es que hoy tengo una tristeza que no se de donde salió ni a donde va. Vino, quizá, de una guitarra que llora notas tristes, que son como gotitas de lágrima y duelen, chiquititas y solas en un rincón, vino quizá de una torta de cumpleaños, de estos días que fueron  verdes.  No del color verde sino del verde de mis ojos que es más verde en los días vedes. Ya sabés a los que me refiero, Mario. Mis ojos cambian de color según la luz, según el día pero son siempre de un verde extraño y tan verdes en los días verdes.  Ayer miraba mis ojos, y pensé que se les notaba que era un día verde. Va, se les nota todo a mis ojos. No saben hacer teatro, no se ponerles mascaras y por eso cuando no quiero que me vean los escondo a ellos, que eso donde estoy toda entera. Es que el fondo de mis fondos se trasluce, sin que yo pueda evitarlo en mis ojos verdes. Cuando veas que no encuentro las palabras, que me quedo callada, mirame a los ojos, Mario. Está todo en mis ojos, porque no saben hacer teatro, porque no se ponerles máscaras y si no te miro y no me miro, ahora mismo a los ojos, es porque no quiero que me veas y no quiero verme a mi misma. Y estas palabras resuenan con un eco antiguo que me molesta.
Me da un poco de rabia que mis ojos tengan una cara y unos ojos con forma de buenos y no hay caso, no puedo camuflarla. Me da un poco de rabia que sean grandes, redondos, un poco hacia abajo y con unas gotas de un no se qué que me da rabia y que tengan  unas pestañas largas que camuflan que son largas con unas puntas rubias que no se ven y que son como mi pelo largo y van con cuidado hacia adelantes y me da rabia que acaricien el mundo que a veces no se merece que lo acaricien y que todo esto suene tanto a chiquito y a indefenso y que parezca que a mi ojos hay que mirarlos con una especie de cuidado.  
Me da un poco de rabia que me salgan palabras verdes, palabras que tienen  gusto a notas de guitarra que lloran, y que les cueste tanto nacer. Yo quiero rebelarme contra esa tristeza que se me pega a veces en los días verdes, que me busca, me persigue y me encuentra y no me deja y contra una melancolía  que también es verde y cansina.
Quisiera rebelarme pero me ganan y no puedo y me arrastro y me quedo escribiendo, repitiendo palabras verdes, palabras tristes, como el color de mis ojos en los días verdes. 
Es que también el cielo  está verde y hasta lo que escribo está verde porque es el mismo marcador del otro día, que siempre quiere ser azul y termina siendo gris con gusto a verde.

lunes, 10 de octubre de 2011

Estrellas fugaces.

Podrá parecer una insignificante casualidad, un chiste, una burla, de esa energía que manejaría los hilos, pero a pesar de los miles de kilómetros nos hablamos en el mismo instante, coincidimos en intención justo al mismo tiempo. Te voy a contar un secreto y es que para mi nos llamamos con el pensamiento. Y para seguir con la rima asonante diría que fue riendo, volviendo a pensar y escribiendo que empezaron a tener valor para mí esos misteriosos instantes de encuentro, esas milésimas de segundo de nuestro tiempo, que son un grano de polvo perdido en el tiempo de los tiempos. Y que como las estrellas fugaces, me hacen cuestionarme sobre el enigmático mandamiento que nos impulsa en esos segundos minúsculos, intensos y cargados de eternidad, de frutos encuentros y desencuentro, a hacer, a no hacer, a decir, a callarse, a inclinarse, a llamar con el pensamiento.

Llegó!

Mario, hoy te quiero contar que llegó, a vos y a todos les quiero contar. Que es chiquita pero panzoncita. Recién nacidita y ya tiene un voz hermosa, una voz que recién empieza a sonar y que se sorprende a si misma todas las veces, un voz que tiene gusto a madera nueva y  va a ir madurando con los años y siempre va a ser otra, nueva, única, siempre. Pobrecita, lo que tengo que hacer ahora es tocar  segundas menores, semitonos, no se si saben lo que es eso. Imagínense que es como cuando una mamá le tiene que darle una vacuna a su bebé recién nacido y no quiere pero sabe que le va a hacer bien y la mamá sufre más que el bebé…bueno, es parecido. La vibración de la disonancia es tan grande que hace que la madera se vaya abriendo de a poquito, que crezca se podría seguir si seguimos con la metáfora. Y yo como una mamá primeriza, inmensamente feliz de tenerla conmigo, después de la espera, aprendiendo a conocer las necesidades de esta viola tan hermosa. Cuando llora, cuando grita, cuando canta… sobre todo cuando canta. Estamos recién en el principio, juntas.

Licencia Creative Commons
Este obra está bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.