martes, 20 de agosto de 2013

Mario, la enredadera, los sueños y la rima

                Sabrás perdonar, Mario, que hacía tanto que salieron medias despeinadas y sin acomodar, 
que ando por la vida mezclando el vos y el tú
 y también que te comparo con una enredadera de florcitas blancas.



Lo gracioso es que yo escribía palabras sin dueño, frases sin dueño, poesías enteras sin dueño. Todo era un como un sueño medio borroso, Mario. No quería que rimara pero qué se le va a hacer. Sí, vivía en cualquier lado menos ahí. Vivía antes del antes o mirando para adelante (y dale con la rima) o en los sueños. Vivía en los sueños, Mario. Y me dolían los días porque eran como alguien cinchándome para abajo, y diciéndome que bajara. Y yo no quería bajar de arriba. Me quería quedar lejos. Me dolían los días.  Tú, Mario, ¿qué sos tú sino sos un sueño? Tú que naciste siento el intento de  fijar una ausencia, atraparla al vuelo y fijarla aunque no era. Es extraño que te hable a ti, es extraño mirarse para atrás y verse lejos, lejos y ver que estaba sin estar ahí. Yo creo que todo esto, Mario, es porque encontré palabras de esas que estaban lejos, de esas que estaban conmigo que estaba lejos. Las miré y me vinieron palabras ahora. Pero hace  tanto tanto que parce que ya  no sé ni cómo. Agarré una hoja grande y un lápiz gordo para escribirme en grande y con espacio, tranquila,  despacio (socorro, la rima), y para acordarme de mi misma y de mi escritura.  Me está yendo bastante bien acá abajo, Mario. Estoy contenta ahora que bajé de arriba y creo que por eso las palabras se calmaron un rato. Estuvieron un rato largo quietitas, observando, como cuando uno va a un lugar nuevo y todo es nuevo entonces no te salen las palabras y uno se queda calladito y mira. Pero hoy miré para atrás y volvieron, y yo vuelvo a vos Mario, vuelvo al sueño, aunque ahora sos otra cosa, sos más bien como un enredadera con flores chiquitas y blancas y puedo trepar para arriba y para abajo y subirme a los sueños de los buenos cuando quiero, aunque viva abajo en el hoy. 

lunes, 19 de agosto de 2013

la palabra en silencio

Es siempre la palabra una mano de la necesidad?

Quiero una palabra que no sea una respuesta, Mario. Que muestre el cambio y el fluir. Una palabra suelta de la necesidad de sacar, de aliviar, de ser herramienta, suelta de las cosas rotas, atragantadas, suelta de los demasiados, suelta de cuando llueve adentro. Quiero una palabra en paz, cálida, entera, completa y redonda. Una palabra que sea, solo sea, tranquila y de sonidos suaves. Quiero una palabra en silencio que en vez de decir, escuche, y en la escucha y en el silencio una flor abierta, una sonrisa, la calidez de un abrazo o una caricia, se vean reflejados. Porque es todo tan redondo que aún la escucha, aún recibir, es dar. Quiero dar una palabra que suene cálida, completa, entera  y redonda, Mario. Una palabra en silencio, que escuche, feliz, consciente y disfrutando de lo redondo. Una palabra aquí y ahora que sea, solo sea.

domingo, 5 de mayo de 2013

Sin palabras



Sentía que nuestros cuerpos se buscaban, Mario, que cuando había aire en el medio, extrañaban el calor, el contacto, y se habría un vacío. Que los ojos se huían pero los cuerpos se buscaban, ciegos. Qué decirte Mario, sobre su contacto sin palabras… que es como un caricia, cálida, que disfruto cada milímetro de contacto, de ese calor que dice sin palabras, que no las necesita, que me quedaría,  mucho  rato, ahí, en el calor, en el contacto, que no me canso y si me tuviera que ir me iría pero volvería y me quedaría, ahí.

sábado, 16 de marzo de 2013

Vos, Mario, qué se yo, las palabras



Estaba escribiendo áspero, Mario, y puse una canción. Me nacían ásperas las palabras. Me dolía un poco hacerlas nacer. Hacía mucho, Mario, hacía mucho… La canción hablaba de otra cosa pero la música me hablaba de ti. No era áspera. La escuché de nuevo. Me pareció que me decía que te abrazara. De nuevo, de nuevo, de nuevo, sentía que adentro crecía el abrazo. Te ví. Me quería quedar. Confiar en ti, en esta cara tuya, en que nacían las palabras. Ásperas, pero nacían. Y confiar en que la canción  que me hablaba de ti no era áspera. Con la canción crecía el abrazo y fue fácil rodear tu cuello con mis brazos. De nuevo, de nuevo, apoyé mi cabeza en tu hombro, escondí mi cara en tu cuello. De nuevo, ahora tus brazos me rodean, me aprietan fuerte. Descanso en el abrazo. De nuevo y de nuevo y de nuevo. Mientras la música sigue, sigue el abrazo, siento las palabras. No quiero que termine la canción, no quiero que termine el abrazo, quiero que sigan las palabras. De nuevo y de nuevo. No quiero escaparme. Me quiero quedar. Se terminó la canción, las palabras. No estás, Mario. Pero confío en ti, en que nos dimos un abrazo.
Licencia Creative Commons
Este obra está bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.