sábado, 24 de septiembre de 2011

un 3 de setiembre

Hoy era su cumpleaños. Pero no me acordaba. Es que casi no me acuerdo nada de ella. Me acuerdo  solo vagamente, de una mirada, tranquila, casi resignada a veces, y tan cansada a lo último. Una mirada desde el fondo y hasta el fondo, que se volaba a veces y paseaba por ahí. No me dejaban verla a lo último, no me dejaban. No se de qué dolor querían prevenirme porque el dolor estuvo igual después. No me acuerdo de ella pero me acuerdo del dolor, después, cuando no estaba más.  Me acuerdo si, de unas manos bastante grandes, amplias, o por lo menos me lo parecían a mí en ese entonces, como las que tiene mi mamá también y quizá  haya algo de eso en que me guste mucho la gente con manos grandes. Tenía manos para dar mucho y se quedaron cortas. Quizá si buscara para adentro adentro encontrara otros recuerdos. Quizá. Pero es que en cierto modo ella también fue una ausencia porque no supo o no pudo contra un mundo que invadía sus espacios y le quitaba de las manos lo que tenía para dar. Ayer, que es otro ayer del ayer de cuando empecé a escribir esto, había luna llena, una luna gigante que iluminaba todo y pensé en ella y le hablé, desde adentro, mirando la cara de la luna, y me pareció que finalmente, ahí estaba ella.

martes, 20 de septiembre de 2011

Color gris (en azul)

A ver qué dicen las palabras cuando no quieren salir, cuando no están ahí, cuando estoy cansada y con dolor de espalda de muchas horas de ensayo. A ver qué dicen. Divagan, dicen gris, como el marcador grueso que era lo único que encontré para probar y ver qué decían. Las miro, las miro y sus bailes, sus curvas de color gris me hacen acordar a la caligrafía de mi mamá. Con los años cada vez se parecen más esos bailes, como si escribiéramos al compás de una misma música. La mía, un poco mas desprolija quizá, mezclada un poquito con la de mi papá. Pero a ver, a ver qué dicen, divagan, no dicen nada. Dicen gris, no dicen nada, no las escucho, no están. Hoy no hay palabras. Bueno, sí las hay. Son estas, que no tienen magia, que no suenan, que dicen gris, que no dicen nada.

Punto y aparte. A  la línea. No quería estas dos frases juntas. Quería saltar. Me río, de cansancio quizá o de que, sea o no el caso, yo escribí una vez, hace como un año ya, que a veces las palabras dicen mucho diciendo nada. Eso es, seguía aquella otra frase.
Ah…lo del azul es porque el marcador es uno de esos que tienen un color de un lado y otro del otro, no se si alguna vez vieron uno de esos. Alguien había intercambiado las tapas, y todo esto que quería ser azul,  por cliché, quizá, o por gusto al color, terminó siendo gris, pero a lo último, cuando fui a escribir el título color gris, lo escribí, finalmente, en azul.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Tunita

Hoy me acompaña una tunita chiquitita. Es como las grandes pero chiquita. Tiene sus espinitas que todavía no pinchan mucho y tiene unas raíces chiquitas también. Es verde y en eso no difiere de las otras tunas. La agarré del piso. La elegí porque la vi primero. Agarré una pala y aflojé la tierra al rededor para que salieran las raicitas, la agarré de una de sus espinitas y afuera. Usted se viene conmigo y no se preocupe que yo la voy a cuidar, sabe? Aunque no va a necesitar mucho cuidado cuando sus espinas se pongan fuertes. Yo ahora la cuido bastante y después, usted, cuando sea un poco más grande y tenga más uso de razón,  le doy permiso para pincharme a mi también cuando considere que sea muy necesario, ta? le parece bien? pero que sea despacito, igual. Tonces quedamos así. Y a cambio usted después me cuida a mí también.
Cerramos esa especie de trato con la tunita bebé. Todavía no sabe hablar bien, porque es muy chiquitita,  y no se si entendió todo lo que le dije, capaz que le hablé muy rápido, pero me pareció que le parecía bien, por lo menos la parte en que la voy a cuidar, porque donde estaba había mucho viento y mucha arena y mucho frío. Siempre me gustaron las tunas, Mario, porque muestran  al mundo sus espinas, se protegen, pero adentro, en el fondo, son pura agua y la cuidan al agua, la saben guardar aunque el mundo sea hostil. Adentro, siempre agua.


                           

viernes, 9 de septiembre de 2011

Emilia y Lucía.

Es un poco como que las palabras salen de los sentimientos y podrá sonar a frase hecha pero es que en el fondo es verdad. Y es la ternura hoy, Mario. Una ternura que ya había sentido antes pero que esta vez  fue especial. Fue ayer de noche en un cumpleaños con niños. Y había dos niñas chiquititas de un año y poquito que se llamaban Lucía y Emilia. Nunca antes nos habíamos visto pero ellas, en ese cumple, me vieron a mi. Fue rarísimo. Me vieron. Emilia estaba lejos con su mamá y de repente me vio y cruzo solita todo el living y me tiró los brazos para que le hiciera upa. Justo tuve que bajar a abrir así que la dejé en el piso pero cuando subí, al ratito ahí estaba de nuevo Emilia pidiéndome upa. Charlamos un ratito, yo con palabras, con las manos y ella con las manos también y con ruiditos y después se fue a jugar. Lucía fue diferente. De repente se vio perdida porque no encontraba a su mamá e instintivamente y desconsolada, me tiró los brazos a mí. Fuimos con su papá y desde la falda de su papá me miraba y me miraba y todos me tomaban el pelo de que las tenía hechizadas  esa noche. Pero en realidad la que me tenía hechizada a mi era Lucía. Era yo también la que no podía dejar de mirarla. Había una conexión especial y extraña entre Lucía en la falda de su papá y  yo en mi silla y estuvimos las dos prendidas un rato. ¡Que mirada tan pero tan divina! ¡Que cosa tan increíble! Era tan profunda, derecho a los ojos y hasta el fondo, era tranquila, segura, tierna, buena, como de grande, como una mirada que saliera desde el fondo de los tiempos y desde el fondo de los tiempo me salía a mi una ternura, me salía, como una pizca  de esa cosa media instintiva que deben de sentir las mujeres en el momento de hacerse mamás pero que antes ya está ahí y sale a veces y es un sentimiento increíble como esa mirada. Es una energía que está guardada y de repente corre. Qué hermoso sería, algún día, tener una niña como Lucía.
Licencia Creative Commons
Este obra está bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.