Estaba escribiendo áspero, Mario, y puse una canción. Me nacían ásperas las
palabras. Me dolía un poco hacerlas nacer. Hacía mucho, Mario, hacía mucho… La
canción hablaba de otra cosa pero la música me hablaba de ti. No era áspera. La
escuché de nuevo. Me pareció que me decía que te abrazara. De nuevo, de nuevo,
de nuevo, sentía que adentro crecía el abrazo. Te ví. Me quería quedar. Confiar
en ti, en esta cara tuya, en que nacían las palabras. Ásperas, pero nacían. Y confiar
en que la canción que me hablaba de ti
no era áspera. Con la canción crecía el abrazo y fue fácil rodear tu cuello con
mis brazos. De nuevo, de nuevo, apoyé mi cabeza en tu hombro, escondí mi cara
en tu cuello. De nuevo, ahora tus brazos me rodean, me aprietan fuerte. Descanso en
el abrazo. De nuevo y de nuevo y de nuevo. Mientras la música sigue, sigue el
abrazo, siento las palabras. No quiero que termine la canción, no quiero que
termine el abrazo, quiero que sigan las palabras. De nuevo y de nuevo. No
quiero escaparme. Me quiero quedar. Se terminó la canción, las palabras. No estás,
Mario. Pero confío en ti, en que nos dimos un abrazo.
sábado, 16 de marzo de 2013
viernes, 28 de diciembre de 2012
Tengo alas para volar
Hay algo con los trenes
y el paso del tiempo y nosotros mismos…despacio…
Estoy en un tren y el
tiempo pasa, y cuando el tiempo pasa, se termina y sigue pero empieza otro, pienso
y me encuentro en el cielo estrellado de las noches con viento salado. En la
ventana del tren hay verde. Miro el verde, un verde que es el mismo pero otro. Y
este verde me lleva al otro verde, al que está lejos, lleno de aire y del
viento de las noches con viento. Me lleno de aire, y con todo ese aire, me pongo alas
para volar y vuelo. Miro el verde. Veo el
mar, y carreteras de balastro con pozos llenos de agua que en la noche reflejan
la noche. Veo verde. Me pongo alas para volar y siento en las alas el viento de
las noches con viento, siento el gusto salado
en mis alas y un poco de arena gruesa que vuela y la espuma del mar que
acaricia la orilla y las olas que susurran. Estoy en un tren y el tiempo pasa, y
cuando el tiempo pasa, se termina y sigue pero empieza otro, vuelvo y me
encuentro en el cielo estrellado de las noches con viento, salado.
***
Estoy en el mismo
tren. Me fui volando y volví y acá estoy, en el tren, feliz de tener alas. Será
el tren, o el tiempo que pasa, pero siento en las alas una urgencia de usar palabras, muchas palabras para sacar todo
el verde que está lejos y lo tengo ahora, el mismo pero otro, en la ventana.
Quiero usarlas todas para que digan el todo, y no se queden con nada por decir.
Todas las mariposas y los chingolitos y el aire y el olor a tierra mojada y el verde y el viento
salado, y el ruido del agua cuando llueve lluvia rica y el verde mojado y los
insectos y la vida mojada y el ruido de las ranas y las olas y el verde que me
cura de solo recordarlo y me da alas para volar. Y en la lluvia trato de
reconocer la otra lluvia y en el verde mi verde que me cura al recordarlo. Trato
de cantarme a mi misma por las noches, el ruido de las olas. Miro por la
ventana y hay tanto verde que sonríen mis alas.
Puentes
A veces pienso, Mario, que
nadie se entiende con nadie hasta que las palabras del uno no le hablen al otro, sino a su calor calentito de ser
otro, vivo, que está en todos. Y las palabras sean entonces como recordar, que
somos ese calor, que también somos otro, pero que hay puentes. Nadie se
entiende con nadie hasta que las
palabras del uno no iluminen los
recuerdos del otro y sean una nueva manera de decir el algo iluminado que el
otro ya tenía en su alma de alguna forma parecida, en esas u otras palabras. Y entonces
las palabras sean como un puente entre el uno y el otro, entre los recuerdos
en palabras y los recuerdos iluminados, entre el calor calentito de ser uno y el
calor calentito del otro.
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