lunes, 13 de febrero de 2012

las máscaras

En una cara había dos caras. Una eran unos rasgos y la otra era la de la muerte, tan blanca, como una máscara pegada sobre la cara. Hoy le vi la cara a la muerte, que es como una máscara blanca y tenía los ojos cerrados. Era la cara de la única certeza que es un misterio. Me era ajena la cara porque ya  no era. Y era terrible la máscara. No quería verla. Es que no reconocía la cara bajo aquella otra cara. O quizá no entendía el porqué de exponer una cara que ahora no se podía ver, que había dejado de ser ella bajo aquella mascara. No entendía que la gente fuera a mirar la máscara, que fuera a mirar la muerte pegada a aquella cara.  La gente también llevaba otras máscaras. Y solo algunos andaban sin máscara, como perdidos. La gente hablaba, sobre la cara, sobre la máscara, sin saber muy bien lo que decían. Se juntaban una y otra vez a repetir frases parecidas y desfilaban con sus máscaras delante de la cara con máscara. A  mi todo aquel baile de máscaras me era ajeno, porque me era ajena la máscara en aquella cara que ya no era, me era ajena la gente y aun más sus máscaras.

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