martes, 6 de diciembre de 2016

Carta al todo todo y grande

Acá me tenés una vez más en la encrucijada, en la desembocadura, toda revuelta como en ensalada, patas para arriba, y buscándome. No es que a este lugar no lo conozca, ya estuve aquí, pero nunca antes me tiraste en una corriente de las que cambian tan fuerte. Me refleja impermanencia e incertitud por todos lados, y acá estoy, como aprendiendo de nuevo a nadar  como se pueda. Fuiste tú o fui yo que me tiré a mi misma a la corriente? Es que tengo que admitirlo, es verdad que tengo ganas de nadar, pero me tenés todavía un poco desconcertada, mirando esas aguas de las que cambian, mirando las preguntas, las dudas, los miedos, las proyecciones, las esperanzas, el amor, las conexiones nuevas.  No me estás ofreciendo puentes, me estás obligando a nadar. Y esta corriente que cambia es sin duda reflejo de algo fluyendo nuevamente adentro. ¿Cómo es que todo esto me  genera a la vez curiosidad, confianza pura y terrible miedo? Ayúdame, todo todo y grande, a enamorarme de lo desconocido, a entregarme a lo impermanente  y a confiar en ti.  

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