viernes, 24 de junio de 2011

Apagón

Medio que lo presentí, como dos o tres días antes. Y pensé que hacía mucho tiempo…que quizá nos hiciera falta. Y vino, dos o tres días después. Como un agujero negro en la estructura de cada uno. Habrán sido como mucho tres horas, cuatro quizá. De oscuridad, de apagón. Un pizca de lo que eran las vidas antes y de lo que todavía son algunas, más cerca de lo que pensamos. No  había manera de evadirse, de escapar, de divertirse como lo llaman algunos. Y fuimos cayendo, seres aislados, alienados de nosotros mismos, a medida que sentimos el impulso ese, que viene desde el fondo de los tiempos,  que al caer la noche, nos hace buscar la presencia del otro, nos nuclea alrededor del fuego y de las velas y de la palabra y de la paz del silencio.
Somos torpes en la oscuridad los seres de la electricidad pero, muy de a poquito, nuestros oídos aprenden nuevamente a escuchar como suena el mundo y como suenan los otros. Recuerdan como escuchar todo lo que nos dice el silencio. Nuestros ojos se maravillan frente a la majestuosidad de la noche y frente a esa luz cálida que no los lastima y quedan hipnotizados con sus bailes misteriosos y ondulantes. La luz del fuego y de las velas va despacio, tranquila, le pone un freno al apuro. Todo se vuelve tranquilo. El tiempo se detiene. No pasan las horas, hasta que ya no hay más tiempo y solo somos hombres alrededor de un fuego. Ya no podemos huir del mundo, de la mirada del otro, ni de nosotros mismos. Y entonces, si escuchamos con atención, podemos empezar a oír nuestros propios pensamientos, esos murmullos del alma que nos interrogan sobre la vida, el universo y sobre nosotros mismos.

1 comentario:

  1. Mar que divino, me encanta poder leer un poquito de ti! No me gusta que tengamos que estar tan lejos la una de la otra :( Te quiero muchiiiiisimo y me encanta como escribis ;)
    Marti.

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