"-Tú estabas muerto.
Dijo.
-Y no quedaba ya nada hermoso en el mundo."
Mario. Una mañana en una terraza. Una pareo violeta esparcido sobre un piso de baldosas calentitas. Mi pelo, libre, esparcido. El sol y mi piel blanca, muy blanca. Y un libro.
Seda.
Una escritura poética con pliegues, con curvas hermosas. Sus pausas, sus palabras repetidas, todo un libro que era como una caricia, suave, sutil, tierna, conmovedora, leve, melancólica. Todo un libro contenido en un título. Seda.
Y escribo y noto, en mis palabras, como se reflejan sus pausas, sus curvas, su caricia imperceptible.
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