miércoles, 16 de noviembre de 2011

del Día siete...


Sueño hacer real
una vaga presencia que en el presente
es tan real como la realidad ausente
que tienen los sueños.

Me aferro adicta
al dulce sabor de ese mundo de ensueños
que tierno y con fervor
satisface mi necesidad de creer
posibles los sueños.

Pero inocente es el sueño que sueña
que seas real y no ensueño.

Amarga realidad,
dulce queda el sueño.

Con estas palabras se inauguró mi escritura, hace algunos años ya. Se inauguró el juego y se me despertó como una intuición que a veces me dice que tengo palabras que quieren salir. Y el juego, la intuición, todas estas páginas, Mario, estos siete días de palabras, son producto del sueño ese que aparece en el primer verso…
…Hay muchas historias que vuelven al principio, como volví yo, citando los inicios de mi escritura. Y cuando hacemos análisis, decimos que son libros o textos circulares, y eso de morderse la cola, se interpreta algunas veces como algo asfixiante, de donde no hay escapatoria. Y nunca me pareció del todo bueno ese análisis porque no tiene en cuenta todo lo que pasó en el medio. No tiene en cuenta el cambio que es constante en todos y para todo, hasta para los personajes de los libros. Y vivimos muchas veces volviendo al principio, pero a otros principios, que podrán parecer iguales pero son siempre diferentes,  porque hay cosas que pasaron en el medio. Estas páginas son lo que pasó en el medio. Y yo, y estas palabras también, volvimos al principio, de mi sueño, de ese sueño del primer verso, es decir, también, de mi escritura…

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