miércoles, 2 de noviembre de 2011

Ellas (y yo)

Con las palabras sacamos vida para afuera, sacamos alas, besos, y verdes y azules y noches estrelladas. Pero si las forzamos a encajar es como que se quedan ahí y no trascienden y se quedan siendo solo palabras. No muestran que son universos que tienen toda la energía del universo, que tienen el amor y la vida en sus letras. En esos instantes no las quiero, las rechazo, detesto que se queden cortas y que todo lo de adentro y lo de afuera  para sacar quede inexplorado. Pero no son ellas en realidad, soy yo que  no se encontrar la vida que tienen adentro y me quedo solo con el caparazón, con palabras secas que no me muestran la magia de una noche estrellada. Soy yo que no se esperarlas y tenerles paciencia hasta que den flores hermosas. Hasta que me muestren la vida y el universo y el amor que está afuera y adentro de ellas. Hasta que lleguen al fondo y me hagan quedar maravillada frente al misterio del cielo nocturno que brilla y la vez es oscuro. Yo quiero todo eso que hay en las palabras, quiero los misterios entonces es mejor dejarlas y solo saber que hay temporadas que vienen y hay temporadas que desaparecen, y van y vienen y desaparecen. Cuando se van las extraño. Me pregunto donde andarán. Pero cuando no están, no están, así que mejor no las busco, no hay impulso, porque no están.  Y espero y les doy tiempo como hacía Felisberto  porque son como un vacío que cuando se agranda mucho enseguida aparecen. Y se llena todo de nuevo de palabras que arañan, que duelen, que acarician, que susurran, que se ríen a las carcajadas. Palabras que son como un relajo de palabras, que se marean, que se entreveran y andan al tún  tún jugando, respirando profundo y acariciando plantas convencidas de que las plantas sienten las caricias.
                                

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