Esto no va con el resto. Esto hay que dejarlo a aparte para que no contagie otras palabras, para no mezclar palabras de verdad con palabras de un sueño. De un sueño de octubre, de este octubre que este año es una primavera que no llega. Me lastimaban, me herían las palabras y toda yo era eso que fui siempre, esa cosa que no es y yo quería huir pero quería que me fueran a buscar y todos me miraban porque estaba actuando como una niña pequeña que llama la atención, una niña lastimada. Estaba repitiendo una eternidad. Estaba repitiendo todo. Primero yo lo enfrentaba y era mucho más alto de lo que es pero yo le sostenía la mirada y luchaba. El otro no hacía nada y leía el diario. Nadie me defendía y todos me ahogaban. Porque estaban todos. Ninguno hacía nada pero estaban todos y nadie entendía. A mis ojos todos eran espejos que me reflejaban mi propia herida y me veía o me creía ver, nunca absorbida, siempre reflejada en los ojos de todos. Entonces quería huir, huir pero quería que me fueran a buscar y salí corriendo porque quería huir y todos me miraba o nadie me miraba pero yo sentía vergüenza igual, vergüenza de actuar como una niña que llama la atención y me pellizcaban para que me callara y me dolía y odio cuando hacen eso y quería devolverle una cachetada. Los árboles y la calle, todo era gigantesco y yo chiquita. Y al final me iban a buscar pero yo no quería y quería que me fueran a buscar. Y cuando se iban era tanto el abandono, era tanta la soledad que quería gritar muy fuerte por el dolor pero después aparecían y tampoco los quería a ellos pero había un poco menos de abandono. No se si era correr para llamar la atención y que me buscaran o era correr rápido para tratar de alejarme de ese pozo de abandono que pareciera que es lo único que me ata, que me hace necesitarlos, que pareciera que es lo único que me hace tener algo. Porque no soñaba con otros, no soñaba con nadie más y pareciera que los únicos que podrían irme a buscar fueran ellos solo porque son ellos. Y entonces me desperté. Me desperté cuando empecé a llorar. Y lloraba cada vez más hasta que paré de llorar. Y es curioso que ahora que escribo recuerdo el por qué, recuerdo el por qué de las palabras hirientes pero no las recuerdo a ellas e hice bien en borrarlas porque ahí empezó todo, porque estaba yo y estaba la música y entonces estaba yo entera.
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