viernes, 14 de octubre de 2011

los días verdes

Hace rato que quería venir a su encuentro palabras, pero la cosas se fueron atrasando. Acá estoy, un poco tarde, un poco cansada y con palabras que no quieren nacer, que no quieren decir y son como pétalos caídos. Yo quería que fueran palabras como muchas manos fuertemente tomadas de las manos, que amortiguaran el dolor  de todo y de las contracciones de hacerlas nacer, así tan verdes en estos días verdes. Pero no quieren nacer porque hoy todo es verde, de ese verde que tiene gusto a lágrimas, porque no veo las manos, porque tengo todo atragantado. Entonces agarro palabras de de por acá y de por allá, hago un rejunte de palabras de varios días, de varias tristezas verdes porque hoy no hay nada más y quizá todas juntas sean algo.
Es que hoy tengo una tristeza que no se de donde salió ni a donde va. Vino, quizá, de una guitarra que llora notas tristes, que son como gotitas de lágrima y duelen, chiquititas y solas en un rincón, vino quizá de una torta de cumpleaños, de estos días que fueron  verdes.  No del color verde sino del verde de mis ojos que es más verde en los días vedes. Ya sabés a los que me refiero, Mario. Mis ojos cambian de color según la luz, según el día pero son siempre de un verde extraño y tan verdes en los días verdes.  Ayer miraba mis ojos, y pensé que se les notaba que era un día verde. Va, se les nota todo a mis ojos. No saben hacer teatro, no se ponerles mascaras y por eso cuando no quiero que me vean los escondo a ellos, que eso donde estoy toda entera. Es que el fondo de mis fondos se trasluce, sin que yo pueda evitarlo en mis ojos verdes. Cuando veas que no encuentro las palabras, que me quedo callada, mirame a los ojos, Mario. Está todo en mis ojos, porque no saben hacer teatro, porque no se ponerles máscaras y si no te miro y no me miro, ahora mismo a los ojos, es porque no quiero que me veas y no quiero verme a mi misma. Y estas palabras resuenan con un eco antiguo que me molesta.
Me da un poco de rabia que mis ojos tengan una cara y unos ojos con forma de buenos y no hay caso, no puedo camuflarla. Me da un poco de rabia que sean grandes, redondos, un poco hacia abajo y con unas gotas de un no se qué que me da rabia y que tengan  unas pestañas largas que camuflan que son largas con unas puntas rubias que no se ven y que son como mi pelo largo y van con cuidado hacia adelantes y me da rabia que acaricien el mundo que a veces no se merece que lo acaricien y que todo esto suene tanto a chiquito y a indefenso y que parezca que a mi ojos hay que mirarlos con una especie de cuidado.  
Me da un poco de rabia que me salgan palabras verdes, palabras que tienen  gusto a notas de guitarra que lloran, y que les cueste tanto nacer. Yo quiero rebelarme contra esa tristeza que se me pega a veces en los días verdes, que me busca, me persigue y me encuentra y no me deja y contra una melancolía  que también es verde y cansina.
Quisiera rebelarme pero me ganan y no puedo y me arrastro y me quedo escribiendo, repitiendo palabras verdes, palabras tristes, como el color de mis ojos en los días verdes. 
Es que también el cielo  está verde y hasta lo que escribo está verde porque es el mismo marcador del otro día, que siempre quiere ser azul y termina siendo gris con gusto a verde.

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