Cuando decidí empezar lo decidí. Decidí desprenderme de
todas esas palabras que conozco de años de topármelas, desprenderme de todas
las palabras complicadas, pomposas, empolvadas y bien vestidas que son solo de
algunos y llevan años sentadas achanchándose en las mismas sillas de terciopelo
sin salir a ningún lado y están gordas y lentas . Me desprendí de los años de
leer tanta palabra gordas, pero fue teniéndolos en cuenta que me desprendí. Me
dije que de eso ya había suficiente y que mi camino iba por otro lado. Por un
lado más vivo con palabras para todos. Y decidí escribir desde el habla, desde
el sonido, desde de las palabras de todos los días. Decidí empezar desprendida
y escuchar lo que las palabras cotidianas tienen para Expresar, hacerles un
lugar y escuchar la fuerza de sus sonidos.
Quise nacer y que las palabras nacieran conmigo también,
nuevas, otras, y desprendidas, aún sabiendo que desprenderse del todo es
imposible y que siempre venimos al mundo con cosas guardadas. Teníamos ganas, veníamos
con hambre de nuevos recuerdos. Empezamos la búsqueda entonces, es decir, la
escucha. La escucha de lo nuevo en lo cotidiano, que sigue y sigue, girando,
dando vuelta y poniendo cabeza abajo las palabras de todos los días y
escuchando los sonidos nuevos.
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