sábado, 24 de diciembre de 2011

las caricias

Quiero un vestido largo, Mario, y caminar por el límite entre la arena y el mar y sentir en los límites del vestido, el peso del borde del mar, ese peso que no es peso, ese que hay en el roce de todos los bordes y en las caricias. Sentir también el borde de la arena que también acaricia y se pega a los bordes del vestido y se acerca al mar en afán de caricias y sentir como se tocan apenas, un borde y otro borde. Sentir los bordes del mar, de la arena que son caricias en los límites del vestido y las caricias. Abandonarse al borde y ser todita de bordes para sentir y dar caricias. Darle caricias al mar y a la arena y darle caricias al viento con el vestido y con las manos y los bordes de los dedos y el pelo que acaricia y se deja acariciar por las manos y los dedos del viento que son sus bordes y están llenos de caricias. El vestido y la arena y las caricias y el pelo y las manos y el viento en el pelo y las manos del viento y las caricias del mar y la arena. Dejar que todo sea borde y todo sean caricias que nacen del contacto de los bordes y aprender y juntar caricias para luego enseñarte que las caricias se encargan de hacer difusos los límites y de colarse más adentro de los bordes.

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