A veces pienso, Mario, que
nadie se entiende con nadie hasta que las palabras del uno no le hablen al otro, sino a su calor calentito de ser
otro, vivo, que está en todos. Y las palabras sean entonces como recordar, que
somos ese calor, que también somos otro, pero que hay puentes. Nadie se
entiende con nadie hasta que las
palabras del uno no iluminen los
recuerdos del otro y sean una nueva manera de decir el algo iluminado que el
otro ya tenía en su alma de alguna forma parecida, en esas u otras palabras. Y entonces
las palabras sean como un puente entre el uno y el otro, entre los recuerdos
en palabras y los recuerdos iluminados, entre el calor calentito de ser uno y el
calor calentito del otro.
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