(No es que no esté creativa
con los títulos,
Mario, bueno, también puede
ser…
es que para el sueño no se me
ocurría
nada mejor que
el sueño.)
Fue un sueño que fue creciendo de a poquito. Creció y creció. Y yo
no me animaba mucho a verlo crecer. Más bien que miraba para otro lado. Sentía que
se me escapaba a veces y no sabía para donde. Entonces mejor no miraba. Y que
se fuera, total. Es que se iba, lo perdía a veces, y yo no sabía cómo hacer para seguirlo y lo
veía irse y miraba para otro lado y me
quedaba sin fuerzas para seguirlo porque no sabía y de todos modos solo me
quedaba esperar. Pero al otro día me venía fuerza yo no sé bien de donde y volvía a buscarlo. No
era que lo buscaba en realidad. Era más bien que caminaba despacito porque
siempre me costó correr y por ahí andaba él. Y anda todavía por ahí, suelto, sin
mucha forma, libre, porque no lo agarro nunca y no sé si lo voy a agarrar, pero
lo persigo porque sé que por algún lado anda el sueño.