Hace un tiempo me encontré con
una hojita de de otro cuaderno. Era una hoja de otro momento, de otro tiempo,
de otra situación. Era una hojita que había quedado blanca en aquel momento y
me preguntaba si haría bien en escribir en ella. Y sin embargo, me gustaba la hojita, porque era una hojita de hoja, bien
simple, bastante chiquita, pero linda, porque no era blanca sino media pardita,
era de un papel reciclado…cómo me había gustado aquel cuaderno de hojitas
pardas… Pero ahora me preocupaba un poco, esta hojita parda que había quedado,
sola. Me preguntaba cómo se sentiría, arrancada del pasado y obligada a enfrentarse
al hoy. Así, de golpe y porrazo. Todo había sido parte de un proceso espejado
en el papel, las otras hojas del cuaderno fueron hojas escritas, re escritas,
corregidas, copiadas. Habían abrazado, acogido y visto madurar a todos los
firuletes de tinta que cabían en sus brazos de renglones y también en sus
márgenes. Habían sido hojas. Y es probable que ella, aún vacía, haya esperado, ansiosa, el momento de recibir
en un abrazo la tinta que la hiciera hoja, que la hiciera poseedora del secreto
que son las palabras, quizá soñara con el momento en que ella también recibiría
aquellas letras de tinta que no había llegado y quizá, viendo el tiempo pasar,
no le hubiera quedado otra más que resignarse hasta un conformismo triste de su
forma, su color y su olor a pasado. Entonces se me ocurrió que ella, que había
esperado, era quizá la más importante. La que había sido destinada a no ser una
hoja más, a no ser anónima. Era la última, cierto, pero por eso mismo, era en
ese momento más que una hoja, era un símbolo del tiempo, del cambio, del cierre
de un circulo. Y ahora que ella y yo sabíamos todo esto, podíamos abrazar
nuevos firuletes de tinta, los firuletes de tinta cambiantes del hoy, que ella
recibiría en sus renglones.
jueves, 12 de enero de 2012
martes, 10 de enero de 2012
Génesis.
Tenía
ganas de escribir. De escribir cualquier cosa que no fuera cualquier cosa. Cualquier
cosa que fuera todo lo contrario, que sonara con el sonido que hay en cada una
de las cosas. Un algo que fuera como escuchar
el batir de las alas de una mariposa, que es una y a la vez muchas más cosas.
Una y quizá todas las cosas. Que las palabras no fueran palabas sino el origen.
Una escritura del antes, del antes del significado, una escritura del inicio.
Volver al sonido que es el vestigio del antes del tiempo. Y explorar el
nacimiento. Nadie escuchaba. En el silencio. Parto. Piel. Papel. Una caricia. Y de la nada… el
batir de las alas.
domingo, 1 de enero de 2012
el cuento de la lengua extraña...
Mario, esto es para el príncipe y la princesa...
Había una vez, en un reino muy pero muy lejano en el norte
de los nortes, un príncipe solitario que hablaba una lengua extraña. Un día que
se paseaba por sus jardines nevados supo por el viento que en el otro extremo
del mundo había una princesa hermosísima llamada como la navidad, que vivía al
sur del sur y hablaba una lengua extraña. El príncipe le pregunto al viento cómo
era ella y cómo lo sabía.
- Me lo dijo el mar del norte - le contesto el viento- y
dicen que tiene ojos castaños que saben ver los corazones y el cabello oscuro y
es la más hermosa pero que habla una lengua extraña.
El príncipe hizo un barco con sus propias manos que pudiera
soportar las peripecias del viaje y se lanzo a la mar. El viento sopló y sopló
en sus velas y la luna apareció y desapareció del cielo. Fue en una noche
oscura cuando el príncipe llego hasta la guarida del mar del norte.
- Mar del norte, mar del norte!- gritó el príncipe.
- Quién eres y qué haces en mi morada? -le pregunto el mar.
- Me ha dicho el viento que supo por tus olas que en el sur
del sur había una princesa de ojos castaños. Cómo es ella y cómo los supiste?
- Escuché que lo cantaba una ballena que venía del sur,
dicen que tiene ojos castaños que saben ver los corazones y cabellos oscuros y es la más hermosa pero
habla una lengua extraña. Dicen también que podía convertirse en personajes de
otras historias y hacer reír o llorar a los que la escuchan. Empujaré tu barco
hasta donde mis aguas se mezclan con los mares del sur y allí encontrarás a la
ballena en su viaje hacia aquellas tierras.
Así fue como las olas empujaron el barco al sur y al sur y
la luna apareció y desaparecido del cielo. Fue en una noche oscura que el príncipe
diviso cerca de su barco un chorro de agua en el mar y vio a la ballena.
-Me dijo el mar del norte- le dijo el príncipe que supo por
tu canto que hay en el sur del sur una princesa hermosa. Cómo es ella y cómo lo
supiste? Cómo puedo llegar hasta ella?
- Cuando estaba encallada en una playa de aguas mestizas, lo
escuché de un árbol de flores rojas como la sangre. Cantaban sus flores y sus
hojas sobre una princesa que tenía ojos castaños que sabían ver los corazones,
cabello oscuro y era la más hermosa pero hablaba una lengua extraña. Decía
también que podía convertirse en personajes de otras historias y hacer reír o
llorar a los que la escuchan. Y que tiene el don de escribir palabras hermosas.
Te guiaré hasta el árbol que podrá decirte donde se encuentra.
La luna apareció y desapareció en el cielo y el príncipe
navego al sur del sur siguiendo los chorros de la ballena y se encontraba más
lejos de lo que nadie había ido. Fue en una noche oscura que la ballena le dijo
al príncipe:
- Hasta aquí puedo llegar porque tu camino sigue por unas
aguas que no saben si son de mar o si son de río y no son lo suficientemente
profundas. Navega y encontraras una bahía amplia donde anclar tu barco y en la playa estará el árbol rojo. Te darás
cuenta porque escucharás su canto.
El príncipe agradeció
a la ballena y se adentró en las aguas
mestizas. Navego toda la noche hasta llegar a la bahía. Fue entonces que
escuchó como cantaban las hojas y las
flores rojas de un árbol que parecía del principio de los tiempos.
-Árbol rojo, me ha dicho una ballena que sabes donde habita una
princesa hermosísima que habla una lengua extraña.
-La princesa está en mis raíces- le contesto el árbol y
abrió su tronco. De allí salió una mujer de ojos castaños y cabellos oscuros.
Y al mirarse a los ojos supieron que se entenderían porque
hablaban la misma lengua y navegaron por todo el mundo hasta las tierras
nevadas del príncipe donde fueron felices para siempre.
Noeluchis, pongo en estas cuento simple y despojado toda mi energía,
todo lo que te quiero para que tu aventura en el reino del norte junto con el
príncipe sea donde encuentres la felicidad. En el cuento resulta que la
princesa y el príncipe ya saben hablar la lengua extraña. Pero hablar la lengua
extraña que es convivir, crear junto con otro, ser uno siendo en realidad
dos, debe ser un trabajo duro, de todos
los días, hasta de toda la vida. Y puede haber noches oscuras también, pero de
las noches oscuras puede salir la llave de otra puerta que los hagan estar más
cerca, más unidos. Y cuando algún día se miren y sepan que los dos hablan una misma lengua,
extraña y única, con la misma soltura y fluidez, debe ser de las cosas más
hermosas de la vida. Te quiero mucho mucho! Besos, desde la tierra sombreada
por el árbol de flores rojas…
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